Tantas idas y venidas -tantas vueltas y revueltas – quiero, amiga, que me digas, – ¿son de alguna utilidad?
El reclamo que el fabulista pone en boca -en pico, en hocico- del animal preguntón, bien pudiese estampársele en plena cara a una cierta titular de una cierta CONACULTA, una cierta «Sari» Bermúdez, ex-locutora de televisión que, según denuncia de la Comisión respectiva de la Cámara de Diputados, tan sólo en el 2003 y al pretexto de fomentar la cultura de los mexicanos, perpetró (sé lo que digo) 28 viajes de fronteras adentro y al exterior. Que las susodichas visitas abarcaron de Berlín a Quebec, de La Haya a Madrid y Bilbao, y desde Londres hasta Nuevo México, Nueva York y puntos circunvecinos, con lo que la titular de CONACULTA derrochó nada menos que dos millones, 285 mil 730 pesos. De nuestros impuestos, claro está. Y la rectificación de CONACULTA:
Que no fue tan elevada cantidad sino tan sólo la bicoca de 846 mil 413 pesos los que el año antepasado y en su labor de cultura despilfarró «Sari» Bermúdez. Millones o miles, yo pregunto a la ex-locutora de televisión; a todos ustedes, más propiamente:
¿Esos 28 viajes en qué medida beneficiaron, de qué modo fomentaron la cultura de nuestro país? Sean miles o millones, peso a peso fueron roídos de los salarios mínimos. ¿Después de los viajes de «Sari» ha ocurrido el prodigio de que el mexicano se estupidice dos minutos menos frente al aparato televisor para con dos minutos más de lectura alimentar un espíritu anémico, desfalleciente e incapaz de generar, nutrir y mantener enhiestos valores tales como la justicia, la verdad, la libertad, la paz interior y el sentimiento sobrehumano, por humanísimo, del amor? ¿Cuánto de verdadero amor, no de parejas sado-masoquistas, será capaz de generar un espíritu en ruinas? Por lo que atañe a los programas de fomento a la lectura entre los mexicanos, ¿cuánto, con ese pretexto, no ha derrochado en lo que va del sexenio el dúo dinámico Sari-Fox? ¿Con qué resultados hasta el día de hoy, hoy, hoy? Mis valedores:
Yo, un solo varón, con mis talleres de lectura de más de 20 años he persistido en el intento, fructífero según todas las evidencias, de fomentar el gusto por el libro, la música culta, el espíritu. Yo, para mi labor, nunca he precisado de miles y de millones que sustraiga de los bolsillos de ustedes para despilfarrarlos en viajes ni CONACULTAs. Por cuánto a «Sari», que en cachondeos culturales anda desalada, desatada, de Berlín a Nueva York, ¿habrá leído, recomendación de Fox, a José Luis Borgues? ¿Lo «tradució» a algún otro idioma? ¿Por qué en sus manos, manos libres a la hora de los dineros, descansa la cultura oficial..?
En fin, que el sexenio está a punto de fenecer, por más que los optimistas afirman que feneció hasta cuatro años y meses, y que ya apesta a lo que el cadáver tres días después. Cuando los depredadores de los dineros públicos ya no cuenten con la protección oficial que los arrope contra una exasperación ciudadana crispada tras la engañita del «cambio» y el empobrecimiento en que no empantanó el gobierno de Fox, ¿los que saquearon los dineros que son de todos para beneficios de todos, a dónde habrán de huir en tropel, en desbandada, en estampida? ¿Cuál irá a ser el Dublín de esos a los que hoy arropan unos señores justicias así de alcahuetes?
En fin, que si hablamos del libro como alimento del espíritu (no el bodrio, no las heces de la programación televisiva con que tantos atiborran e indigestan un espíritu que desfallece por avitaminosis), va aquí una apretada síntesis de cierto relato que a los mexicanos refleja a cabalidad hoy día. Y si no, juzguen ustedes:
Aconteció que cierto empresario de nombre Poldero negociaba con un zoológico que exhibía ante los visitantes, a tanto más cuanto la entrada, ejemplares del reino animal procedente de todos los puntos de la rosa, y donde ninguno, por más exótico que fuese, parecía faltar. Pero uno se echaba de menos, y así se dolía el empresario: «El zoológico no cuenta con el Ave Fénix. Tengo que conseguirlo. Me propongo viajar hasta donde habita y traerlo, y exhibirlo con el resto de los animales».
Y sí, tanto y tanto rastreó las ignotas regiones donde el Félix hace su nido, que un buen día, finalmente, ahí, en una jaula especial y con un módico sobreprecio, Poldero exhibía al Ave Fénix. Ahora, por fin, el zoológico estaba completo, qué bien.
Qué bien, sí, pero eso sólo al principio, porque los visitantes terminaron por aburrirse de un pajarraco apacible, que nada tenía de… (El desenlace, mañana. Vale la pena, créanme.)