¿Tanto así de agachones..?

Este que se van a leer, mis valedores, es un atento recado a los ciudadanos de Gran Bretaña. Digo a los susodichos:
Según me entero, británicos, ya me los enfangaron en un nuevo escándalo; un escándalo real que por lo trepidante y apestosón es un real escándalo, según yo reputo (¿que qyé? Y lo hombrecito que parecías, tú tan ajeno a todo «sospechosismo»): según yo reputo, repito, que lo juzgarán los anales de la familia real. Y cómo no ser escándalo, si en el exclusivo palacio de Buckingham se les acaba de colar una señalada arribista e incrustarse en la mera entraña de la realiza. Camila, sí, según se conoce a la trepadora. Camila. (Ustedes, entre paréntesis, ¿lo permiten? ¿Tan condescendiente es su naturaleza y tan pasiva su condición? My God!)

Yo cómo hurtarle la vista a las fotos, si tienen plagadas las páginas de todos los diarios de aquí, de allá y acullá: si el protagonismo feroz de la ventajista ha acaparado revistas, periódicos, cinescopio, todo. Por el material gráfico observo que es la susodicha señora de ya cierta edad y rostro no muy agraciado, trepadora que a punta de afeites, cirugía mayor y ropita de marca logró enredar y llevarse entre las espuelas -entre sus espolones- a cierto personajillo de talante debilón, un pastueño al que logró apergollarse con toda la reata, me refiero a la matrimonial. Goodness!

Camila, según revelan sus biógrafos, es una dama con muchas leguas corridas que en años, hogaños y desengaños, ha llegado a conocer toda suerte (mala suerte) de muy merecidos fracasos, entre ellos el sentimental y el de la coyunda, me refiero a la del matrimonio, de cuyas intimidades de recámara se publican detalles que a una regenta de mancebía pudiesen abochornar. Que al nuevo compromiso Camila no aporta más que una ambición desaforada, un protagonismo enfermizo, una tendencia al despilfarro de los dineros públicos y dos o tres hijitos de pasadas experiencias que ella achaca a la falta de experiencia. Sí, tres hijos ya varejones que son unos perfectos hijos de la honradez en pleno sospechosismo. Y yo les pregunto, ciudadanos británicos…

¿Quién era, qué era la tal Camila hasta antes de que lograra incrustrarse en la real familia del debilón que, a su vez, cuenta en su biografía personal con una anterior esposa, muerta a estas horas o discretamente retirada de las cabanas de Buckingham? En su casa la conocían, y bastante mal, que entonces no fuera su casa ni, siendo ajena, la dejarían entrar. Ciudadanos británicos…

Hoy, a estas horas y tal como cuadra a su categoría de recién llegada ¿se mantiene Camila como discreta figura no figura decorativa, que ni con arrobas de maquillaje pudiese lograrlo- de la familia real, o al contrario: apenas pisó el palacio le ha dado vuelo a la hilacha, carísima hilacha, de marca, y páguenla todos los subditos? Ella, matrona de medio pelo hasta que trepó a palacio, hoy se retrata en los más cursis espacios de las revistas cursis, y en los programas cursis de radio, y en todos los cinescopios que chorrean, entre flujos de sangre que parecen veinteañeras en su menstruación (¿no, López Dóriga?) una rampante cursilería. Las desmesuras, los despropósitos de la Camila, ciudadanos británicos: ¿las permiten ustedes? ¿Pues qué, a ustedes también les da por la cultura de la novela rosa, la lencería y el bizcocho? Válgame…

Camila, derrochadora. Camila, copia al ca… (¡tente, mano temeraria!); Camila, copia al carbón de ese hongo maligno que se cría en el subdesarrollo y que el mundo conoció como Evita Perón. Camila, Petronia de la moda, piedra de escándalo, maledicencia y «sospechosismo», Dios. Pero no me admiro de la audaz; me admiro de todos ustedes, que no sólo la han tolerado, sino que la aceptan, le aplauden su desbozalada conducta y aun la andan encaramando en algún puesto de los apodados, renegrido humor, de elección popular. ¿Pues de qué corrientísima pasta fueron hechos ustedes, compatriotas de la Camila..?

¿Es cierto, británicos, que, enferma de inferioridad, ella intenta curar su enfermedad con la enfermedad de un protagonismo feroz, delirante? ¿Es cierto que a causa de esa dolencia se rodea y amuralla con unos lujos que, delirantes, ella exhibe ante los pobres con otro lujo, el de la crueldad? ¿Es cierto que se ha tornado escaparate de nueva rica? ¿Que en el poco tiempo que lleva en palacio se han multiplicado chismarajos y anécdotas en torno a sus exhibiciones de rastacuerismo? Ciudadanos británicos: ¿quién termina por pagar tan siniestra borrachera de dispendio y disipación? ¿Quién, quiénes…?

Mala sospecha la mía, y han de dispensar: ¿no serán todos ustedes, integrantes de un pueblo pobre de por sí, y aún más empobrecido por familias como esa donde se incrustó entre cuero y carne la tal garrapata con trompa de sanguijuela, los que a fin de cuentas vengan pagando el pato a la orange? ¿No serán ustedes los que han permitido a Camila..? (Mañana.)

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