Libre y asociado

Así pues, mis valedores, el gobierno del Verbo Encarnado se culimpina  ante las exigencias del vecino imperial. A cierta noticia del pasado martes me referí ayer aquí mismo, donde lo asienta el articulista:

Fuentes diplomáticas estadunidenses nos comentan que ese gobierno «espera resultados» pronto por parte de la PGR en torno a las investigaciones de casos de agresiones y amenazas en contra de periodistas y comunicadores en México.

Y la coincidencia, por demás elocuente: de cara a  la conmemoración de la toma del Cuartel de Moncada, en Santiago de Cuba, el 26 de julio de 1953, compruebo que Cuba, en los hechos, confiere sentido a vocablos como soberanía e independencia,  vacíos en el  vocinglero discurso oficial de Los Pinos.

La nota de marras, empalmada a la conmemoración de la Cuba libre, me llevó a releer los poemas del poeta cubano Nicolás Guillén, que mueven, remueven conciencias  sin abandonar el plano del arte ni esos moldes de esencia cubanísima y universales, con la cadencia y el canto y el contracanto de un folklore que es mixtura de dos borbollones de sangre entremezclada: “Azúcar para el café – lo que ella endulza me sabe – como si le echaran hiel.

Malo. Por aquel entonces el poeta comienza apenas –a penas- a descascararse de su primera juventud, y es cuando a la vista de unos coronelitos de terracota y unos yanquis que han habilitado de mancebía la tierra cubana, escribe ¡a sus apenas 32 años! Si me muriera ahora mismo – Si me muriera ahora mismo, madre – ¡Qué alegre me iba a poner..!

Mal rodaban las cosas. Guillén, como quien no quiere la cosa –como quien no quiere la vida-, por no quedarse en la trova de las tristuras decidió involucrarse, pero hasta el cuello, en la militancia política. Viajó, asistió a congresos, hizo periodismo militante y por la causa del socialismo visitó fábricas, convenció remisos mientras seguía produciendo sus versos mágicos, con esas sonoridades y esos retumbos de instrumento percusor (precursor) que cantaban esas verdades que desenmohecen conciencias adormecidas de trópico, ron y analfabetismo. Y la esperanza, que los sucesos del Moncada y Sierra Maestra concretarían:

 Ay, diana, ya tocarás – de madrugada, algún día – tu toque de rebeldía – Ay, diana, ya tocarás.

Curioso: el mismo que de joven mentaba la muerte como un don apetecible, según vive aprende el oficio de la esperanza, que es el del rejuvenecimiento. El buen tiempo no iba a tardar para la cubanidad. Y llegó, y  entonces Guillén, ya joven a sus 57 años, con su poema Tengo celebró:

Tengo, vamos a ver – tengo el gusto de andar por mi país – dueño de cuanto hay en él – mirando bien de cerca lo que antes no tuve ni podía tener – Tengo, vamos a ver – tengo lo que tenía que tener.

Mis valedores: el ánimo quebrantado ante los acólitos del  Imperio,  de golpe me llega la voz Guillén con estas preguntas que azozobran, que espeluznan:

¿Cómo estás, Puerto Rico – tú de socio asociado en sociedad? – ¿En qué lengua me entiendes,  – en qué lengua, por fin, te podré hablar? Si en yes, – si en sí, – si en bien, – si en well,, – si en mal, – si en bad, – si en very bad…

Guillén dice Puerto Rico; yo digo México, este al que el beato del Verbo Encarnado befa y humilla al permitir que el de la Casa Blanca «espere prontos resultados» de un gobierno sometido, que en silencio soporta (propicia) ese tono prepotente del vecino imperial. Yo digo México, al que le castran lo libre mientras me le zurcen lo asociado. (Tétrico.)

Insolencia imperial

México y el Imperio, mis valedores. El martes pasado lo publicó el matutino:

Fuentes diplomáticas estadunidenses nos comentan que ese gobierno espera (¡espera!) resultados pronto por parte de la PGR en torno a las investigaciones de casos de agresiones y amenazas en contra de periodistas y comunicadores en México.

Vergüenza me ha provocado la insolencia imperial reflejada en semejante exigencia tanto como  la indignidad de unos gerentes de Washington castrados y anuentes a entregarle lo que aún resta de la soberanía nacional. Por cuanto a todos nosotros: la desidia, la  pasividad y la indiferencia,  ¿merecen algo mejor? ¿Qué opinan ustedes?

Leyendo la nota de marras, yo con la imagen de Cuba en la mente, una Cuba enhiesta, pura heroicidad y toda pundonor,  tan próxima a los mexicanos como distante de los gobernantes de México, a la mente se me han venido virutillas de poemas del cubano Nicolás Guillén, que traigo a flor de memoria. Digo  este poema, digo aquel, y   verso a verso voy captando –catando, cantando- un anchuroso retazo de la historia nacional de la Islaa partir de la humana historia de su poeta, desde los tiempos anubarrados en que Cuba era, y no más, tres entidades distintas y una sola indignante indigencia:

El negro – junto al cañaveral – el yanqui sobre el cañaveral – la tierra bajo el cañaveral – ¡Sangre que se nos va..!

Regreso a la  mentada nota procedente de Washington y en mi mente la empalmo  a la conmemoración del asalto al Cuartel de Moncada que se concretó un 26 de julio de 1953 en Santiago de Cuba, y releo los poemas del citado  Guillén y percibo su poesía como zumo que es y  raíz de cubanidad, de esa cubana negritud que recrea a aletazos de versos de soberbia sonoridad, ritmo novedoso y buen son; de una bullanga y un dolorimiento que vienen del barracón y que se afincan en raíces del Africa distante desde donde los antepasados de Guillén fueron desgajados a la viva fuerza. Voces negras, ritmos alucinantes y esas onomatopeyas que retumban en las percusiones del bongó y la tumbadora, mágicos puntos y contrapuntos de la semilla afrocubana. Y la protesta, la denuncia, el testimonio social:

¡Hay que tené boluntá – que la salación no e – pa toa la vida..!

La amargosa ironía del negro forastero en su propia tierra, y la protesta social, y esa exasperación que avienta al poeta a burlarse con aquel: Me río de ti, negro imitamicos – que abres los ojos ante el alarde de los ricos! Sarcasmo amargo con el que el poeta da esta soberbia definición de Cuba, la Cuba de aquel entonces: Coroneles de terracota – políticos de quita y pon – café con pan y mantequilla – ¡Que siga el son!

Y con el son y a renglón seguido transcribo la nota del matutino, degradante para nuestro país, para todos nosotros, que a fin de cuentas seguimos insensibles a todo lo que no sean los programas de la televisión:  Nos aseguran que hay inquietud sobre la impunidad, y el hecho de que los incidentes escalen. Afirman que la presión aumenta y que un comité del Congreso estadunidense ha solicitado información al Departamento de Estado sobre el tema de los derechos humanos en territorio mexicano. Válgame. Degradante.

Volviendo Cuba y a  su «poeta oficial», titulo que no me agrada del todo: ahí está ya, vivo en cuerpo y rabia, el verso de Guillén comprometido con su día y hora, con su tierra y su negritud, verso que mueve, remueve conciencias…

Verso y negritud presentes mañana aquí mismo. (Vale.)

Ni Huerta, el Chacal

Yo quiero ser el presidente. Quiero serlo porque me hiere en el ánimo mi país. Porque lo miro en semejante estado de postración, con unas instituciones mortecinas por culpa de quienes las manipulan en su provecho personal y de mafia. Porque observo una comunidad en crispación y polarizada como consecuencia de un proceso electoral empedrado de irregularidades que a muy pocos dejó satisfechos. Esa es la razón de mi empeño.

Yo quiero ser el presidente porque siento el deber moral de  restaurar el tejido social deshilachado después de las elecciones y consolidar un orden social desestabilizado por causa de una democracia onerosa e ineficiente, y porque siento la obligación moral de regresar la confianza de las masas sociales en sus instituciones democráticas.

Yo aspiro a ser el factor de concordia entre unos partidos políticos que se confrontan en función de  la ventaja personal y un Legislativo cuyas iniciativas resultan estériles y aun perjudiciales para una ciudadanía a la que se supone que representan

Yo quiero ser el presidente para enfrentar el deterioro en el poder adquisitivo de los salarios, detener la carrera alcista de los productos de primera necesidad y  evitar el desplome de millones de mexicanos en condiciones de pobreza y de pobreza extrema.

Yo quiero ser el presidente porque contemplo allá afuera un país desgarrado por una crudelísima guerra, tan mal planeada como ineficaz y resuelta de la manera más inadecuada;  una guerra fratricida en la que no se advierte cuál pueda ser el final.

Quiero ser el presidente porque veo que esa guerra provocada de forma unilateral e imprudente convirtió el territorio patrio en el cementerio de varias decenas de miles de cadáveres colgados de los puentes, y descoyuntados, descabezados y desintegrados hasta el grado de tornarse irreconocibles.

Quiero ser el presidente porque percibo allá afuera un clima de lamento y de lágrimas, y escucho el llanto de viudas y huérfanos por sus deudos heridos, asesinados o desaparecidos, y observo la huida y dispersión de los pobladores,  que dejan detrás pueblos fantasmas. Yo quiero ser el presidente. Lo necesito, porque México ha caído a ser hoy mismo la verguenza internacional. Intolerable.

Yo quiero ser el presidente para remendar ese mapa de mi país que hace apenas seis años estaba intacto y hoy desgarra la violencia demencial, porque «el interés de las bandas del crimen organizado por controlar territorios y expandir el mercado de las drogas a través del narcomenudeo provocó la violencia brutal, irracional y estúpida que se registra en varios lugares del país». ¿Podré lograr la anterior, ya como presidente? ¿Qué opinan ustedes?

De acuerdo, pues. Fuera máscaras. Evitemos hipocresías

De acuerdo, pues. Basta de hipocresías. Fuera máscaras.  No seguir encubriendo la verdad, y la mera verdad es que yo quiero ser el presidente no sólo porque, mediocre irredento, me enamoré del poder y le tomé el gusto al protagonismo, sino porque estoy solo, perdido, desamparado y a merced de un país al que agravié como ni Huerta el Chacal. Y como simple ciudadano cómo poder defenderme, a dónde huir, dónde esconderme, dónde encontrar protección contra unas víctimas que sueñan con mi muerte violenta. ¿La conseguirán?

Qué recurso me queda, si no es el de la presidencia. Y es así, amigas y amigos: con el pretexto de la mentada refundación, ¡yo quiero ser el presidente de Acción Nacional! ¡Haiga sido como haiga sido!

Y este miedo pánico, Verbo Encarnado. (Dios...)

Sicalíptica

Del amor hablé ayer aquí mismo, mis valedores,  y que para ir de visita a la casa de mi sota moza subí a la azotea por mis chonchines de lujo. Pues sí, pero lástima: las tormentas nocharniegas me los dejaron empapados, y qué hacer.

A lo sonámbulo deambulé entre los tendederos de la azotea, hasta que de repente, en el hotel de allá enfrente,  que da a Los Pinos,  ¿y esa luz, y esa ventana, y las sedas sobre la alfombra, y aquella cama,  y encima..?

Lo que vi  a lo vouyerista; lo que escuché y lo que supe: que el de la cama no podía rematar la faena. Impotente, sí.

– Ay, bárbaro, qué tallón. Cinco años y medio de puros tallones. Yo así no, si no se para el negocio mejor párale a la propaganda.  Ya me tienes toda mojada, pero sólo con  tus chorros de sudor. Déjala de ese tamañito, Felipe. Reconoce que no pudiste. ¿Qué? Apoco te sigue la cruda…

– Cuál cruda,  ahí voy de nuevo. Tú flojita, ¿ves? Esa rodilla, no me la claves, aguántame. Me extraña, si yo soy pero que gallo de espuela. A ver, no le frunzas.

– Ay, que torcida me diste, Felipillo. No, ya me entró, sí, pero esta urgencia de ir al bañito.

– Pérate, si yo nunca había fallado. Hasta bien pedro podía ponerle, me extraña.  –Jadeos, estrujones, Kama Sutra forzado, frustrado. En mí la lástima había anulado la morbosidad. Pobrín del pobre hombrecillo, pensé. “A ver, así, mira, como si te colocaras en suerte para una inyección intramuscular. Pero no en el brazo, amiga».

– Ay, ya estoy molida, muerta de cansancio. Mañana, ¿sí?

Vi el rostro del terco aquel: desencajado, desmadejado, los ojos brillantes de pánico, y alborotadas las cejas. “Me extraña, si yo soy de los que pa pronto».

– Pues sí, pero ya están cantando los gallos. Y ese ladrar de perros…

– Yo a esos perros, como decía mi asesor político, ni los veo, ni los oigo. Mira, amiga, necesito más flexibilidad, mucha apertura, o sea  democrática. Anda, por tu madre.

– Por la tuya, Felipillo, déjame ya.

– Y luego esa rodilla, la izquierda, que se me encaja en el nervio. Qué fregar con esa izquierda democrática, que quiere mamar de la ubre.  Mira, si te pusieras así como… ¿Has visto una conejita cuando se dobla así,  para luego pegar el brinco? Así, así, no te me descuadres, déjame perfilarme.

Tensón, desesperación, impaciencia contenida, impotencia, que hagan de cuenta delantero mexicano del clásico pasecito a la red: llegue y llegue a la puerta contraria, y al tirar a gol, vil cancetinazo. Por cuanto a esa pobre virilidad: exánime. Pero ándenle, que de repente, desgarrada voz:

– ¡No, Felipe, no, por dónde andas, qué haces, despistado!

Yo lo estiré, el pescuezo, pero ándenle, que en eso que se apaga la luz. Felipillo  y su Comisión Federal de Electricidad, que valen lo que ese redrojo del cuarto de hotel. Me quedé a oscuras. ¿Y ahora? Con desgano pensé en regresar al tendedero, comprobar que mi íntima prenda seguía empapada y enfilar hacia mi habitación, qué remedio. Pero esta morbosidad vouyerista… Ya el escenario en tinieblas, me embebí en los ruidillos, y los traducía mi imaginación. Oí la vocesilla aguada también:

Mi gestión quedará marcada por la búsqueda incesante en la seguridad, la justicia y la aplicación de la ley.

Mis valedores: fue entonces. Sentí cómo la masa social se alzaba de la cama, y a gritos:

– ¡Felipe, sicalíptico, qué haces! ¡Basta ya de  bla, bla! ¡Cinco años y meses de pura lengua,  pero de acciones, nada! Y a pura lengua fíjate que no…

Me sorprendí aplaudiendo. Yo sin calzones, pero aplaudiendo. (Qué pena.)

Tú, el impotente

Mi compromiso ha sido con los fines de la seguridad, la justicia y el bien común. El  “santo y seña”, la guía señera en la conducción del rumbo del País es seguridad, justicia, de bien común y, por supuesto, la preservación y vigencia de la ley y de la democracia misma.

Esta vez las escenas sicalípticas. Lo que ahora voy a contarles ocurrió la medianoche de ayer. Porque, mis valedores,  yo tengo un pecado nuevo y ando oliendo a manta nueva, quiero decir:  en los preparativos de mi cita amorosa con la recién llegada a mi vida, bien haya mi vida,  trepé a la azotea y en el tendedero comprobé, para mi desdicha, que el chonchín (morado, cocolitos magenta) seguía empapado por las tormentas nocharniegas,  y qué hacer. Buscando alguna solución deambulaba a lo sonámbulo entre los tendederos de la azotea (edificio de Cádiz) cuando en eso: ¿y eso? Sin proponérmelo observé la luz encendida en aquella habitación del hotel de enfrente,, el que da directamente a Los Pinos, y observé en la alfombra unas íntimas sedas,  y enfrente un catre rechinador, y encima…

– Ya cálmate, que te puede dar un infarto. Mejor dejamos esto para mañana.

– No dejes para mañana lo que puedas travesear hoy.

– Pero es que hoy no puedes, ni pudiste ayer. No pudiste en cinco años y medio y quieres poder en cuestión de horas. Anda, vístete ya, que va siendo hora de que desocupes en cuarto. Bájate y vámonos.

– Oh, tú aguanta tantito. Paciencia, que  ya casi, ¿ves?

– Veo, y me das lástima, Felipillo santo…

Pelambre en desorden, sudor. El susodicho, cueros vivos, se agita en la misión imposible de rendir la plaza y entrar a saco frente a una muralla todavía incólume. Y cómo no, si el ariete, así, miren, todo desmadejado, válgame.

– Yo con otras  nunca antes había fallado, amiga. A ver, tú, blandita, como desmadejada. Así, así. A ver, ahí te voy…

Fatiga, jadeos, amagos de angustia, tensión. “Tú aguántame, amiga. Tantita paciencia. ¿Ves? Son los nervios, pero creo que ya mero. Ya casito”.

– Es que estoy muy magullada. Esto de acá, mira, ya se me engarrotó. Y como tú no te engarrotas….

– Tranquila, amiga, que orita reacciono. Si yo soy pero que mira, yo pa pronto, si hasta esa fama he tenido. Haiga sido como haiga sido, el mío como el encendedor de la propaganda: no sabe fallar.

– Pues sí, pero lo que es hoy…

–   Me extraña, si yo, mira: un gallito bravo, un gaucho veloz. Yo pa pronto: pas, pas, y va pa dentro. Pérate, ¿sí? Mi segundo aire…

– El segundo y el tercero. Llevas ya varios aires…

Angustia, desesperación, y los intentos frustrados, y esos desacompasados movimientos, y el desatino, y aquellos jadeos…

– Pero si para mí esto de aliarme en la cama es PAN comido con botana de chucho de Nueva Izquierda. PAN y circo, maroma y teatro,  mis meros moles. Me extraña que orita… A ver, si levantaras esta. Así, flojita.  ¿Y si  te voltearas?

– ¿Como los chaqueteros chuchos Robles, Zambrano,  Ortega,  Arce y Círigo?

– Uh, ya me sacaste de concentración. Aguántame tantito así, mira, entibada, como si fueras a…

– Me estás lastimando. Mejor lo dejáramos para otro día.

– No me explico. Si yo, te lo juro, huy, si te contara, yo la pura efectividad, para qué iba a engañarte. Hasta me decían: qué bárbaro. Mira, si te flexionaras así, como dándome de frente para que yo tenga chance de…

Sudores, jadeos, resoplidos, pánico. “Ya me torcí, espérate. Ya me torciste, más bien. Ay,  condenado Felipillo santo…»

Más de ese tal Felipillo condenado -por la Historia-,  mañana. (Vale.)

¿Racista México?

El domingo pasado, ¿lo supo alguno de ustedes?, la mala conciencia del mundo «civilizado» celebró el Día Internacional del Trabajo Doméstico. Y qué mejor ocasión para las cifras espectaculares: que los hombres trabajan 27 horas y 24 minutos a la semana; que la trabajadora doméstica, 56 horas con 18 minutos (Sic).

Y que ella trabaja por sueldos ínfimos, sin prestaciones laborales ni servicios médicos, a lo que hay que agregar la discriminación por parte de la patroncita: gata, india, chacha, floja, tragona, en fin. Ah, pero en México, jura el discurso oficial, se han abolido racismo y esclavitud.

– ¿Abolido? Cuando yo trato de exigir mis derechos me responden: ¿cuáles derechos, si tú eres sólo la sirvienta, la muchacha, la gata?

Por salarios de hambre estas modernas esclavas tienen que cumplir jornadas de labor de entre 14 y 16 horas, recibir un trato despectivo por parte de sus patrones y para todos ser la  “sirvienta”, la “criada”, la “muchacha”, la “gata”, y no más. Aun cuando integran más de 2 millones que luchan por mejorar sus condiciones laborales, son víctimas de explotación, discriminación, abusos y hostigamiento sexual; porque, como se jacta el  patroncito: ¡Para carne buena y barata – la de la gata! Abyecto.

Por que calculemos el trecho que nuestro país haya avanzado en materia de derechos humanos con la abolición del racismo  y la esclavitud de la auxiliar doméstica transcribo palabra a palabra la escenilla hogareña que ocurrió en la  Grecia de hace 25 siglos:

Corito: – Siéntate, Metro. ¡Y tú, levántate y acerca un asiento a la señora! Todo tengo que ordenártelo yo, porque tú, infeliz, no eres capaz de hacer nada por ti misma. Eres en esta casa no una esclava, sino una piedra. Pero cuando mides tu ración de harina, bien que cuentas los granos, y si cae un tanto así, el día entero estás rezongando y bufando, que ni las paredes te aguantan. Sí, ahora ahí lo estás frotando y sacándole brillo; buena hora es, bribona. Bendice a esta señora, que si no fuera por ella ya te estaría dando de palos.

Metro.- Querida Corito, a mí también me tienen sufriendo este yugo; también a mí me hacen temblar de rabia, y día y noche ando ladrando como perro tras estas malditas. Pero lo que me hizo venir a verte…

Corito: – ¡Largo de aquí, imbéciles! ¡Son ustedes todas oídos y lengua, y en lo demás, pura pereza!

¿El asunto llevó a la visitante hasta la casa de Corito? Preguntar sobre el fabricante de cierto adminículo  consolador de mujeres solitarias, que  confeccionaba el zapatero.

En 25 siglos, de la esclava a la “chacha”,  ¿alguna evolución? Dos expresiones  que “exaltan” a la auxiliar doméstica. Sabines:

“Con la flor del domingo ensartada en el pelo, pasean en la alameda antigua. La ropa limpia, el baño reciente, peinadas y planchadas, caminan, por entre los niños y los globos, y charlan y hacen amistades, y hasta escuchan la música que en el quiosco de la Alameda Santa María reúne a los sobrevivientes de la semana (…) Las gatitas (sic), las criadas, las muchachas de la servidumbre contemporánea, se conforman con esto. En tanto llegan a la prostitución». (¿Que que?)

Este otro, mejor:

Mi hermosa criada de altos pómulos como cálices rojos- está frente a mí y el humo del café – Mi hermosa criada pálida como un escualo – se continúa con sus luminosas espinas rosas en el pan – Mi hermosa criada de brazos redondos y complejos – se desvanece en la niebla perpetua”.

Ella,  la esclava moderna. (México.)

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De protagónicos y resentidos

El hoy y el ayer en la sucesión presidencial, mis valedores. Hoy, a resultas del reciente proceso electoral, el clima político comienza a descomponerse mientras que los protagonismos florecen por los rumbos de IFEs, TRIFEs y  cortes supremas,jóvenes descontentos y comentaristas de todos los medios de condicionamiento de masas, las susodichas  incluidas. La verborrea en pleno. El cortoplacismo. México.

Pero, según todos los indicios el PRI, irremediablemente,  regresa a Los Pinos, y es como para preguntarse: ¿tornará el estilo tricolor de gobernar? ¿Volverán traiciones, venganzas, resentimientos? ¿El monarca en turno designará a su sucesor?  Aquí, a modo de muestra, el testimonio de cómo se ejecutó el relevo de gobierno de Echeverría al último tlatoani de la era «revolucionaria» del país. Cuenta López Portillo en  Mis tiempos, su libro de memorias:

“El 17 de septiembre de 1975. Brusca, aunque no inesperadamente, LEA me dijo algo como esto: Señor licenciado López Portillo, el Partido me ha encomendado preguntarle si aceptaría usted la responsabilidad de todo esto, y con un gesto envolvió el ámbito del Poder Ejecutivo, concentrado allí en el despacho de Los Pinos”:

– Sí, señor Presidente. Acepto.

– Bien. Entonces prepárese usted, pero no se lo diga a nadie, ni a su esposa ni a sus hijos.

“Otro día: ¡Te felicito, Pepe! Me dio un abrazo y me condujo al salón contiguo (…) Yo me sentía fuerte, poderoso, capaz…”

“Debo destacar un punto especialmente doloroso para mí, lleno de recuerdos, lealtades y afectos para LEA. Las autoridades de  Gobernación (…) me pasaban  información inquietante sobre las actividades que se concentraban en el ex presidente y que se vinculaban con las de quienes habían sido sus colaboradores, especialmente Muñoz Ledo y Gómez Villanueva (…) Por primera vez en mi vida, iba, poco a poco, asumiendo guardia frente a un viejo amigo. Mantenía abiertas sus relaciones públicas con mucha gente, entre la que se contaban muchos resentidos, desencantados, desubicados, que vaciaban en él angustias y rabias.

“Dentro de su función y su historia, (como candidato) respeté a LEA y  estuve atento a sus problemas y decisiones, políticas y aspiraciones, y los respaldé. (…) En todo participé, espontáneamente, o a su petición, incluso y contra mi opinión…

El día 8 de abril anoté: Ayer solicité a Luis Echeverría que aceptara la Embajada en París (…) Se disciplina (…) Culminó, junto con una magnífica amistad, el problema de la difícil relación con él».

Y la conclusión referida a De la Madrid, que hoy pudiera aludir a algún beato del Verbo Encarnado:

“México, desde 1982, ha hecho todo lo que los acreedores extranjeros han solicitado. Ha adquirido más deuda, reducido los salarios, contraído el presupuesto de operación del gobierno, comenzado a vender empresas referida a De la Madrid, pudiera hoy aludir a algún  devoto del Verbo Encarnado:estatales, devaluado la moneda, reducido las tarifas, suavizado las restricciones en la inversión extranjera y estimulado las exportaciones no petroleras para compensar el descenso en los ingresos petroleros (…) De la Madrid trató de hacer que la economía pareciera saludable antes de las elecciones presidenciales en México”.

Y ahora pronto, nube negra en este que el de Los Pinos convirtió en un Estado de excepción por  espionaje, derroches demenciales de los dineros públicos y una democracia de simulación, nos avientan encima al PRI. ¿Y nosotros, mientras tanto? Ah, México. (Qué país.)

México y Cuba, un pueblo

«El diario cubano Granma lamenta el fallecimiento ocurrido el domingo anterior (accidente automovilístico)  del disidente histórico Oswaldo Payá, crítico de la jerarquía católica por su acercamiento al gobierno de Raúl Castro».

Esos contrarrevolucionarios no tienen el valor para luchar con las armas en la mano. Lo que están haciendo, conspirar contra nosotros, les debe costar millones de dólares. Su propaganda contra nosotros, sus viajes, su sostenimiento: ¿de dónde sale tanto dinero? ¿De las compañías yanquis afectadas por nuestra revolución? ¿De la CIA? ¿Del Depto. de Estado? En Cuba hay pocos contrarrevolucionarios, y son impotentes para reunir alrededor otros elementos (W. Mills: Escucha, yanqui.)

Mis valedores: ¿cuál de tantas versiones de adictos y malquerientes es Cuba? Leo las crónica del combatiente de Sierra Maestra que a descargas de fusil forjó Cuba libre y de un Armando Valladares, poeta desfalleciente en las “cárceles políticas” de Cuba, que en medianejos versos –júzguenlos- lo asienta en el documento humano:

Me lo han quitado todo – las plumas, los lápices – pero me queda la tinta de la vida – mi propia sangre – y con ella escribo versos todavía.

Y en el 2010 la muerte de Orlando Zapata, opositor al régimen, después de 85 días en huelga de hambre. ¿Cuál de todas es Cuba? ¿Cuál habrá de sobrevivir? Leo esto, leo aquello, e ignorante del actual momento político de la Isla termino como empecé, preguntándome: ¿cuál de todas es Cuba? ¿Todas a una? De algo estoy cierto: su destino y el de nuestro país marchan paralelos así en los días fastos como en los infaustos; en las duras, tantísimas, y en las maduras, unas cuantas apenas. Esto nada ni nadie lo va a separar. Cuba y  México, presente en la revolución de los barbones de Sierra Maestra.

Con la Revolución Cubana todavía en la cartuchera, Juan Almeida, uno de los Doce que encendieron la mecha: “En México me encontré con Efigenio, que llegaba de San José de Costa Rica, parado en un puesto de tacos. ¿Sabes lo que es taco?»

Ya de regreso en su tierra –en su Sierra– y en plena revolución, Manuel Fajardo: “Una de las medidas más valientes de la guerra fue capturar como a   38 marines de EU. Los traté personalmente. No tengo nada contra ellos. El problema político lo separo de mi opinión personal.  Son  la gente más despreciable que puede haber en el mundo. No he visto seres humanos más corrompidos que esos”. (¿Por qué se me vinieron a la mente  ¿Guantánamo y Abu Grahib?)

Armando Valladares, poeta: “No podía ponerme en pie y me movía sentado, arrastrándome sobre las nalgas. El ensañamiento de los guardias no hay cómo narrarlo. Uno de ellos llevó una lata a los presos para que orinaran y defecaran. Cuando la tuvo llena hasta la mitad de esas inmundicias, les agregó agua y subió al techo de malla de las celdas. Fui el primero en recibir el impacto. Recuerdo a los fusilados. Pensé en Julio y en su desprecio por la vida, defendiendo sus criterios de Libertad y Patria, y pensé en todos aquellos que con una sonrisa en los labios marchaban a los paredones, pensé en la integridad de aquellos mártires que morían gritando: ¡Viva Cuba Libre! ¡Viva Cristo Rey! ¡Abajo el comunismo!”

La Cuba de Fidel, la de los exiliados, la que resiste terrorismo, bloqueos  y sabotajes: ¿cuál de todas es Cuba? Todas ellas, por supuesto. La Cuba de Fidel y la de Oswaldo Payá.  Pero entre tanto, y esto no admite duda: de pueblo a pueblo México y Cuba uno solo. México y Cuba por siempre jamás. (Vale.)

Yo no me voy a morir

Tal dijo Unamuno, y no se murió. Lo mató la muerte, que es otro cantar. Por cuanto al tema de la trascendencia que inicié el viernes pasado: en conjunción con la vinculación, el arraigo, la identidad y algunos otros que dan al humano la salud mental, la trascendencia se logra con obras de beneficio colectivo con las que el individuo agradece a Dios, a la Moira o a la Madre Natura el don inconmensurable de la vida, y con las que alienta la secreta esperanza de permanecer en la memoria de los beneficiados. Plantar un árbol, engendrar un hijo, escribir un libro, vale decir: practicar el humanismo para «no morir del todo». La trascendencia, al alcance del humanista como del delincuente, según.

Porque también con acciones negativas se llega a la memoria colectiva. Así han logrado trascender los grandes malhechores a la medida de Barba Azul, El descuartizador y Harry S. Truman, como de dintel adentro los  Goyo Cárdenas, Sobera de la Flor, El Mochaorejas,  tantos…

Así hoy mismo Fox,  el hombre de San Cristóbal,  y así ha de sobrevivir en la memoria colectiva como el corrupto que en su combate personal con el dragón de los tres colores nos resultó también un  sinverguenza que se contaminó  con las lacras del Tricolor, comenzando por una corrupción personal, familiar y de mafia, lucrativa e impune. Fox.

Ese tal  vegeta en su cubil de San Cristóbal con una familia postiza y una fama pública a ras del albañal como primer marido de una primera esposa, segundo de una de segunda, padre de hijos adoptivos que mal se llevan con los adoptivos hijastros, mamadores todos de las «buscas» sexenales. Pero hablando de mediocres…

Anda por ahí un infeliz, golem de pacotilla creado por López Obrador  y en su momento inflado hasta la nausea por la inquina de ciertos medios para atacar al trascuerno al tabasqueño.  Porque al tal Juanito, que a él me refiero,  los “medios” lo calentaron y mandaron a flotar, y perdió la cordura hasta el grado de que tantos lo vieron hace algunos ayeres cargando su estatua (hueca, de barro los pies) en un diablo menos pobre diablo que el aborto de la industria periodística. Así trascendió el Juanito con el que el tabasqueño impuso su ley. Juanitos.

Esto  me remite a otro mediocre hasta el tuétano, que haiga sido como haiga sido logró colarse a la historia, así haiga sido por la puerta de atrás y  valido de una maniobra de malas artes que le granjeó el odio de muchos, de muchos más el desprecio y el aborrecimiento de los más. Maldito per secula seculorum.

El pequeñajo no valía un tanto así, miren, según lo acusaba su biografía personal, chata y vulgar; pero como todo mediocre con aspiraciones padecía la compulsión de la notoriedad. Y cómo lograrla, que sus hechos muy poco valían. ¿Cómo? Abriendo con ganzúa el portón de la historia y colándose por la puerta de atrás. Y fue sí como apenas llegando a donde no merecía incendió, destruyó, provocó ruina y desesperación. Todo en grande, en correspondencia directa con su propia pequeñez de humano redrojillo.

Pero redrojillo y todo logró trascender,  por más que a fuego y ruinas que cimbraron la ciudad, la región, el mundo. Quién como el pequeñajo para la trascendencia negativa y atroz.

Ese, sí,  el que ustedes están pensando. Ese que incendió  el templo de Diana en Efeso, una de las siete maravillas del mundo antiguo. ¿Que si el borreguero, que tal fue su ocupación, logró trascender? Busquen su nombre en cualquier diccionario:  Eróstrato. ¿Que semejante infeliz no ha sido el único? (Pues…)

No del todo morir

La trascendencia, mis valedores, ese elemento psíquico que unido a la vinculación, el arraigo, la identidad y varios más, confiere al humano la salud mental. La trascendencia se logra a base de obras que beneficien a los demás, con las que el individuo agradece a Dios, a la Moira o a Madre Natura el don inconmensurable de la vida. La trascendencia.

En diversos programas de radio suelo analizar dichos y acciones de personajes relevantes en la historia del país, y al recorrer la  galería de tantos  figurones indefectiblemente me topo con una constante: la parcialidad y el maniqueísmo de la historia oficial, esa embustera. Este y este otro, excelsos; aquel, y el otro, nefastos.  Blanco y negro. Sin matices, a conveniencia del Poder y de sus oficiantes en turno. Sin más.

Por vía de ejemplos en el periodo de la Conquista: por cobardón y dado al pensamiento mágico logró trascender el tlatoani Moctezuma Xocoyoltzin, y por su estatura de héroe lo consigue Cuauhtémoc, todo esto en la aviesa versión oficial que oculta a lo púdico las malas acciones del «único héroe a la altura del arte», definición de López Velarde que nunca he querido entender. La historia oficial oculta púdicamente las acciones negativas  del «Aguila que desciende«, como la violencia que ejecutó en contra de  Cuitláhuac y  su nombre final de Fernando Cortés Cuauhtémoc, como se dejó bautizar el nuevo cristiano, que a la hora del sufrimiento invocaba al Dios del conquistador. Nada de esto se asienta en la historia oficial. Es México, nuestro país.

La trascendencia,  esa secreta esperanza de no morirnos del todo. Que  cuando yo sea difunto y según pasen los días, las semanas (los meses, ¿será mucho pedir?), alguno llegue a acordarse de mí; que me recuerde de buen talante, o al menos no disgustado del todo. Esta necesidad de trascendencia como uno de los condicionantes, repito, de la salud mental…

En algún programa de radio me referí a la Conquista, y de la Independencia digo a todos ustedes aquí y ahora:  ¿habrá personaje  más ensalzado por la historia oficial que Miguel Hidalgo? ¿Habrá héroes purísimos más olvidados que Fray Melchor de Talamantes, Azcárate y Primo Verdad?

Y estalló la Revolución, y con ella, ¿quién más venerado que Francisco I. Madero, espiritista y vitivinicultor? ¿Quienes más olvidados que Ricardo y Enrique  Flores Magón? Zopilotera y hedor esa historia oficial, oficialista…

Pero de pronto nos cayó encima el Tricolor, y de los individuos que sentaron sus dos reales en la presidencial, ¿alguno, de aquel almácigo de mediocres, depredadores y uno que otro asesino, merece la trascendencia, con todo y que se apoyaron en las muletas del periodismo oficioso?  Jueces, fiscales y abogados defensores, los medios de condicionamiento de masas se la viven quemando copal ante el sillón  el santón sexenal, pero no pueden evitar que contra servilismo y cortesanía al tanto más cuanto se alce el juicio del tiempo, y  los santones al desván de la historia. Desde el primer Nopalito en la historia reciente del país hasta el resto de irremediables mediocres. No el Tata Cárdenas, por supuesto; él, que nos dio ese petróleo cuyos restos ahora ofrece Peña a los gringos. Don Lázaro ha salido limpio, o casi, del juicio histórico.

Pero hablando de mediocres:  porque logró la hazaña de arrojar del paraíso al Adán tricolor, un Fox mediocre hasta el tuétano de los entresijos, sé lo que digo, logró arañar la anhelada trascendencia, pero… (Más de Fox y su apestoso Tamarindillo, el lunes.)

Zoológico

Esta vez el Poder y las masas. Para ilustrar su conflictiva  relación mi maestro plantea la siguiente analogía: ese Poder, enemigo histórico del cambio que requerimos (responsabilidad nuestra e intransferible),  es un tigre que merodea en los alrededores del caserío. ¿Cuidarnos de él, anularlo, o ¡e-xi-gir-le! que por amor a nosotros se vuelva vegetariano? Al enemigo se le vence, no se le exige (nada de armas de fuego).

Por su parte el político canadiense T. Douglas ha creado una fabulilla: las masas formamos Ratolandia, población de roedores. Para integrar el gobierno hemos elegido a una mafia de gatos a los cuales, a la vista de los destrozos que causan en la ratuna población, los alternamos  periódicamente: de los gatos blancos a los negros,  y de ahí a los pintos, y vuelta a empezar ahora con los albinos. Pero los gatos siguen devorando ratones. ¿Inexplicable? Mis valedores:

Esta vez, limitaciones de espacio, dejo de lado las formas de organización ciudadana que habrán de cambiar tan crítica situación para centrarme en la transcripción de dos notas muy a propósito como para leer entre líneas. La primera: ciertos versitos que, destinados a un Pedro F. de C..  me llegan por añadidura. Transcribo:

«El león falleció ¡triste desgracia!- y van con la más pura democracia,- a nombrar- nuevo Rey los animales.

Las propagandas hubo electorales,- prometieron “la mar” los oradores-. y… aquí tenéis algunos electores:

Aunque parézcales a ustedes bobo- las ovejas votaron por el lobo – como son unos buenos corazones. – Por el gato votaron los ratones:- a pesar de su fama de ladinas- por la zorra votaron las gallinas;- la paloma inocente,- inocente votó por la serpiente. – Las moscas, nada hurañas,- querían que reinaran las arañas;- el sapo ansía y la rana sueña- con el feliz reinar de la cigüeña.

Con  un gusano me topo – que a votar se encamina por el topo; – el topo no se queja, mas su voto – su voto se lo da a la comadreja.

Los peces, que sucumben por su boca,- eligieron gustosos a la foca;- el caballo y el perro, no os asombre,- votaron por el hombre.

Y con dolor profundo- por no poder encaminarse al trote,- arrastrábase un asno moribundo- a dar su voto al zopilote.

Caro lector ¿qué inconsecuencias notas?- Dime… ¿no haces lo mismo cuando votas

¿Ustedes, mis valedores, qué le contestan al versificador?

Y este mensaje que yo aplico al «renovado» PRI de vuelta en Los Pinos, dirigido a quienes, a querer o no, seremos sus gobernados:

«En el PRI cumplimos lo que prometemos.

Sólo los necios pueden creer que

no lucharemos contra la corrupción.

La honestidad y la transparencia son fundamentales

para alcanzar nuestros ideales

Demostraremos que es una gran estupidez creer que

las mafias seguirán formando parte del gobierno como en otros tiempos.

Aseguramos sin resquicio de duda que

la justicia social será el fin principal de nuestro accionar.

Pese a eso, todavía hay idiotas que fantasean o añoran que

se puede seguir gobernando con las mañas de la vieja política.

Cuando asumamos el poder haremos lo imposible para que

se acaben las jubilaciones de privilegio y los negocios.

No permitiremos de ningún modo que

los niños mueran de hambre.

Cumpliremos nuestros propósitos aunque

los recursos económicos se hayan agotado.

Ejerceremos el poder hasta que

Comprendan desde ahora que…»

Y ahora, al llegar a este punto lean la nota a la inversa, del último al primer renglón. ¿El resultado? Y pensar que fueron 18 millones de votos y que nosotros, las minorías… (Ah, México.)

Rencoroso y terrible

Y algunos de nuestros soldados decían que aquello que veían si era entre sueños.

Tal cuenta Bernal Díaz, sus pupilas encandiladas a la vista de una ciudad cuyas torres, cúes, muros de calicanto y pirámides se erguían sobre el espejo de la laguna. México-Tenochtitlan. Siglos y décadas más tarde, un cierto conquistador conquistado clamaría en un su poema que tituló México:

Eres antiguo horror de cumbres – que se asombran batidas por pirámides – trueno oscuro de selvas observadas -por cien mil ojos lentos de serpientes.

Tal fue Rafael Alberti, poeta español que primero nos conoció por los ojos de Bernal Díaz y más tarde paso a paso por el país. El poeta tornaba de una errancia hasta donde lo arrojara la bota del Franco dictador. En 1935 reseñó su encuentro -su encontronazo- con este México que él miró aún con jota, y cuyos conceptos, a mi ver, adquieren renovada actualidad hoy día que miro (CIA, DEA, FBI) la presencia encimosa del gringo sobre nuestro país. Y qué intensas y viscerales las impresiones que le produjo el choque con la tierra que conquistó la tizona de un cascorvo al que auxiliaron el Tonatihú de la barba bermeja y detrás arroyos de cempoaltecas ardidos  y  tlaxcaltecas salidos de madre. Retazos de crónica y de poema:

“El Méjico de Bernal Díaz está vivo, como él, pero dentro de un Méjico de hoy. Por eso mi encuentro con Bernal Díaz no es el tropiezo con un muerto, ni siquiera con un resucitado. Es el encuentro con la realidad viva, palpitante, en movimiento».

Así, de asombro a deslumbramiento, el poeta recorre la vieja y la Nueva Españay una ciudad de México todavía a la medida de sus habitantes, y reconoce que no puede asimilar, de un solo golpe, el encontronazo con esa realidad mexicana que se ha topado tan de repente:

“Triste historia es mi aventura, comparada con la de Bernal. Yo no libré batallas con los mejicanos, porque me rendí al primer día. Pero me incorporé enseguida con todo mi entusiasmo a la ebullición de su sangre, y mi aventura mejicana, como sucede en las más fabulosas y secretas, no la puedo contar todavía».

Pero la cuenta, y se pone a discurrir, a lo apasionado, sobre el nacimiento de nuestro mestizaje, y aun se permite especular con eso que ha venido a tornarse lugar común: que por conjurar el terror a la muerte la hacemos calavera de azúcar y la engullimos entre carcajadas, válgame..

De la vecindad con el gringo vecino y distante: “Los problemas actuales de Méjico no se presentan ya a punta de lanza. Son los problemas internos de soberanía e independencia económica. Su nacionalismo revolucionario no son palabras sin sentido, si los hechos las van cumpliendo como se espera».

Contra los gachupines que alambican – residuos coloniales por sus venas – prepara tu fusil. Tú eres el indio – poblador de la sangre del criollo – Si él y tú sois Méjico, ninguno – duerma, trabaje, llore y se despierte – sin saber que una mano lo estrangula…

“En el exterior, Méjico es el único país americano capaz de oponerse a la gente del norte y reconquistarse. Temible, hermético, violento, rencoroso, no ha perdonado a los conquistadores. Y este sentimiento lo padece el criollo, descendiente  del encomendero; y lo padecen visitantes como Valle-lnclán, quien se hubiera batido contra Hernán Cortés hasta perder el otro brazo, y lo padecí yo, y hoy quizá lo padecería el mismo Bernal Díaz, si advirtiera la invisible presencia del pabellón yanqui en Méjico«.

¡Contra el gringo prepara tu fusil. No te resignes!

¿Con Peña? ¿Con ese? (Uf.)

Perito en odios

Que en medio de la noche y de un bosquecillo de pinos, dije a ustedes  ayer, se alza un bunker custodiado por escuadrones de sardos y policíacas equipados con fauces de alto poder, que tal es el tamaño del miedo que acogota al impostor. En el intestino grueso del bunker el susodicho padece en sueños un fiero tropel de pesadillas que lo cimbran y estrujan, lo acalambran y fuerzan a clamar al cielo implorando un milagro ahora que va a tener que abandonar el bunker y buscarse un escondrijo lo  más distante posible de toda esta gente a la que haiga sido como haiga sido  tanto agravió con su llegada a los pinos. Por ahí va la cosa.

. Que en su auxilio acuda el celeste espíritu que su devoción de hijo predilecto del Verbo Encarnado haya merecido, suplica en sus pesadillas. El tocayo San Felipe de Jesús, pongamos por caso.

Y sí, ocurrió entonces. Qué milagro no implore un beato del Verbo Encarnado que no le conceda el Altísimo. Ahí, de repente, al conjuro del angustiado, en la evanescente región de las pesadillas se produjo el portento: arropado en capullo de vivas llamas, entre acezantes hocicos de lumbre y apestoso a azufre casi tanto como el que en su  pesadilla  convocó al ángel de lo sobrenatural, el espíritu de ultratumba que el dormido merece ascendió hasta el cubil escondido entre los pinos.  “¿Quién osa llamarme?”

«¿Eres tú el que merezco? ¿Eres Miguel Arcángel, vencedor del Maligno? ¿O eres el propio Maligno?  Como que tu cara me resulta conocida.

«Soy el espíritu que mereces, un perito en odios, desprecios, aborrecimientos. Mírame bien».

«¡Pero si eres Díaz Hordas! Yo esperaba que en mi auxilio viniera el propio  Verbo Encarnado.

Tal es el espíritu que merece el chaparrín. ¿Quién osa mentarlo en sus pesadillas? ¿Quién ha invocado a Díaz Hordas, el más despreciado de los mortales?

Tufos, tizne, pestilencias. Manos chorreantes de sangre, sangre inocente, sangre de «daño colateral». Díaz Hordas. Al  conjuro del nombre, el chaparrín de la pesadilla clama, acalambrado, desde el mero cogollo de la esperanza:

“Espíritu del mal, santo señor de los despreciados, patrono de los abominados, libérame del aborrecimiento general,  Díaz Hordas bendito».

Los del bajo vientre se le acalambran. Retortijones. Aires que apestan a azufre.  “Tú que supiste del odio popular, que en vida y muerte padeces la repulsa general, que en el recuerdo de tus paisanos serás el maligno per secula seculorum, y que de eso  tuviste que morir, de maligna dolencia en el seculorum. Diaz Hordas, auxíliame».

Eso, en el bunker. Acá,  afuera,  ante unos habitantes insomnes frente a la realidad objetiva de todos los días y de todas las noches, en calles y callejones el santo y seña  de la ciudad: repicar de bombazos, crepitar de incendios, tableteo de armas de alto poder, granadas de dispersión y apagados gritos, órdenes, retemblar de disparos, pánico.  Y rápido, a recoger descuartizados, descabezados, colgados en los puentes del periférico.  ¿Cuántos esta vez..?

Silencio. Luego un aullar de bestias montaraces y ese relámpago en seco. Ave María. En el intestino grueso del bunker se va a producir el milagro mayor. Milagro de pesadilla, pero milagro.

«Así que el bendito Díaz Hordas es el celeste espíritu que merezco…

“Yo, sí, el matancero y perito en odios multitudinarios. Yo, que tras de la carnicería viví –si aquello haya sido vivir- apestado, execrado, canceroso (porque al que obra mal se le pudre el seculorum). Este que ahora soy viene en tu auxilio. Levántate y anda”.

(Mañana.)

Quemadero

Por supuesto que existen los herejes. Son los que encienden la hoguera.

Tal jura Shakespeare con toda razón, y yo pienso en los herejes de esa Inquisición que, ironía trágica, con el alias de «santa» y en nombre de Dios chamuscaba vidas humanas,   y que ya cuando se le agotaron cátaros y hugonotes brincó de Europa a la Nueva España y con su colección de instrumentos de tortura vino a encuevarse en un siniestro edificio del norte de la Alameda Central. Domini canes; perros de Dios.. México.

Un nativo iba a encabezar la sucesión de ajusticiados por medio del «fuego purificador». Moxtla su nombre, príncipe descendiente de Nezahualcóyotl. La crónica del suceso, apócrifa:

Según lo asentado aquí el viernes pasado, a lomos de mula y atado de brazos el relapso era conducido al quemadero. Dolidos del espantable destino que le aguardaba a la distancia de media vara,  los deudos suplicaban al rebelde magnífico:

– Arrepiéntete, Moxtla. Abjura de Tezcatlipoca y dí que crees en  el  Dios que mienta aquí  Su Ilustrísima, ese Dios que siendo Uno, es Trino también. Qué te cuesta decirlo.  Jura que ya eres católico y escapa a la hoguera.  Total, ¿no son los meshicas católicos de dientes afuera?

Rebelde magnífico, el «hereje» callaba, sus pupilas absortas en el quemadero:   poste enhiesto, leña hacinada, rebaño de curiosos que por anticipado gozaban con el espectáculo de las vivas llamas enroscadas en la viva carne del Moxtla que nació príncipe.

– Di que te acoges a la advocación de  la madre esa, una Iglesia que como toda madre tiene por corazón un cáliz de amor encendido en la lumbre de sus quemaderos. ¿No es verdad, Su Ilustrísima?

– Verdad es. Más que a su ovejuela descarriada ese castigo le duele  a la santa  Iglesia.

–  ¿Oíste?  Júrale aquí  a Su Ilustrísima que ya eres todo un converso, más los chaqueteros Fox y el chaparrín  bienamado del Verbo Encarnado. Si esos apoyan al PRI  aquí Moxtla se convierte y  usted se la perdona, ¿no, Su Ilustrísima?

– Con sus asegunes. Como católico siempre  tendrá que darle su voto a todos los beneméritos que en bien de su alma se sirvan aprontarte El Yunque y la santa madre Iglesia de Roma.

– Una equis en un cartón, es toda tu penitencia. Anda, no seas penitente, que ya se siente el calor de la leña. Invoca al Dios Uno y Trino, y de aquí nos vamos a las recogidas:  con la cacariza de pulque,  recogida de bilis, y luego la recogida de tu credencial de elector, jurando ante Leonardo Valdés que crees en su «democracia» ¡Sálvate de la hornaza!

Habló Moxtla el magnífico: “¿Salvar mi vida? ¿Salvarla para ver que esos beatos del Verbo Encarnado asesinan, con cientos de miles de paisas, el Estado laico? ¿Vivir para ver cómo unos mediocres de vocación matancera han convertido mi tierra en vergüenza del mundo? ¿Vivir para resollar el mismo aire de los matanceros? ¿Vivir sobre esta tierra empachada de cadáveres, entre el hedor de la sangre y el llanto de las víctimas? ¿Es eso vivir?

– ¡Todo antes que dejarte achicharrar! ¡Mira el poste, mira la leña, salva tu vida!

– ¿Salvarla? Si hasta ayer prefería morir antes que renegar de mis dioses tutelares, ¿vivir ahora con mi  tierra sometida a los cojones del PRI y su muñeco de sololoy? ¡Arre, mula! ¡Y usté, mula, quíteme de enfrente su cruz, que me pica  un ojo. ¡México-Tenochtitlan!

Carbonizado murió en  sin convertirse en católico ni rendirle al virrey de la Nueva España, mucho menos al Dios Uno y Trino  de Onésimo Cepeda.

Dios lo haya perdonado. No a Moxtla, a Onésimo. (Amen.)

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Amen sin acento, por favor, compañeros.